Trump: ¿Moderación o táctica electoral?
Donald Trump fue proclamado oficialmente el lunes como candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, solo dos días después de sufrir un intento de asesinato en un mitin en Pensilvania. El execrable atentado es el último episodio de una campaña electoral insólita, en la que se enfrentan un expresidente declarado delincuente convicto y un presidente octogenario en declive. En la reedición del duelo de 2020 hay dudas fundadas sobre la idoneidad tanto de Joe Biden como de Donald Trump, aunque por diferentes razones. Tras el atentado, ambos candidatos han hecho proclamas en favor de la unidad, de superar la polarización de la sociedad. En el caso de Trump, la figura más divisiva de la política estadounidense, es toda una novedad. El tiempo dirá si esa llamada a la unidad es solo una táctica oportunista o un sincero propósito de enmienda, porque en medio de esas mismas proclamas llamó “corrupta” a la Administración demócrata.
Trump ha sido aclamado candidato por un Partido Republicano más unido que nunca en torno a él, a pesar de su derrota de 2020, de su deriva autoritaria, de sus condenas penales y civiles y del rechazo que provoca en amplios segmentos del electorado. Todos los pesos pesados del partido han acudido a besar el anillo. Los que un día le plantaron cara han ido siendo arrinconados o se han doblegado a su poder.
En la convención se respira euforia ante las perspectivas de que Trump regrese a la Casa Blanca. Todo se le ha puesto de cara. El panorama judicial se despeja con la decisión del Tribunal Supremo sobre la inmunidad presidencial y con el archivo del caso de los papeles de Mar-a-Lago por un supuesto defecto de forma, una decisión tomada por una jueza nombrada por él que desde el primer día le ha favorecido en sus resoluciones. Enfrente, los demócratas se consumen en las dudas sobre Biden. Además, la imagen de mártir, víctima y perseguido que tanto ha cultivado hasta ahora se torna a ojos de sus seguidores en la de héroe tras el atentado fallido y la rápida respuesta del candidato, aún con sangre en las mejillas. Rebajar la crispación y apostar por la moderación puede ser útil para Trump desde el punto de vista del cálculo electoral. Su consolidada hegemonía entre los republicanos le concedería además, si quisiera, la oportunidad de atemperar los postulados más radicales de un partido cada vez más escorado hacia el extremismo.
Los antecedentes, sin embargo, no permiten ser demasiado optimistas. Pese a que el líder republicano se ha desmarcado del Proyecto 2025, que algunos ven como el programa oculto del Partido Republicano, algunas de las propuestas aprobadas en la convención de Milwaukee —como la deportación masiva de inmigrantes— son cualquier cosa menos moderadas. La pulsión autoritaria de sus mensajes tampoco es algo que pueda borrarse de la noche a la mañana. Su insistencia, el mismo lunes, en los bulos sobre una persecución política y una caza de brujas por sus investigaciones penales alienta la crispación de la que dice querer huir. Finalmente, la elección como candidato a vicepresidente de J. D. Vance —el más radical de los favoritos al puesto, negacionista climático y ferviente defensor del bulo de que Trump ganó las elecciones de 2020 pero se las robaron— tampoco parece una señal de mesura.
Hoy por hoy, todo eso pesa más en la balanza que la vaga promesa de buscar un discurso unificador. Mientras no se demuestre lo contrario, Trump sigue representando un peligro para la democracia estadounidense y para la estabilidad internacional.